'Doppelgänger' - 10 series sobre dobles


Tiempo ha, el ser humano encontraba una extraña inquietud ante la posibilidad de tener un doble. Un otro idéntico, pero diferente. Un reflejo que no imita, que actúa por su cuenta. El concepto de doppelgänger, que surgía del folclore alemán, huye de lo sobrenatural para adentrarse en terreno filosófico con el fin de dar respuesta a qué significa realmente ser uno mismo y qué ocurre cuando una identidad se fragmenta en una versión que no somos nosotros.

La literatura ha jugado con esta idea desde hace siglos. Edgar Allan Poe y Fiódor Dostoievski convirtieron al doble en un recurso narrativo de profundas implicaciones existenciales, enfrentando a sus personajes a una versión alejada de sí mismos. En el cine, el doppelgänger ha sido utilizado como espejo de conflictos psicológicos y cuestionamientos metafísicos, pero en las series también ha encontrado un terreno más que fértil para expandirse y reinventarse.

El desdoblamiento de identidad, la lucha entre versiones de un mismo individuo, la incertidumbre sobre qué nos define y un largo etcétera han sido (y son) temas recurrentes en la televisión. A lo largo de los años, diversas series han explorado esta inquietud desde el thriller, la comedia, la ciencia ficción y el drama psicológico, planteando cuestiones de profundo calado, pese a lo que pueda parecer.

A continuación, se expone un recorrido por diez series que han convertido el concepto del doble en herramienta para desmontar nuestra percepción de la identidad.



En un triple salto mortal, Ben Stiller renace como director y firmante de una de las mejores series de la pantalla de todos los tiempos. La serie lleva el concepto del doppelgänger al terreno laboral, presentando de forma magistral la alienación moderna impuesta por la estúpida desconexión forzosa entre el trabajo y la vida personal a la que se nos somete en pos de mantenernos sanos mentalmente.

Seguimos a Mark Scout (interpretado por el mejor Adam Scott desde 'Parks and Recreation'), un hombre que se somete a un procedimiento que separa radicalmente su conciencia en dos: su “yo” dentro del trabajo y su “yo” fuera de él. Su versión laboral (a los que llaman "dentri" en español o "innie" en su lengua materna) no recuerda nada de su vida exterior, mientras que su versión fuera del trabajo (el "fueri" o "outie") no tiene noción de lo que ocurre en la empresa. La existencia de ambos está determinada por un muro de olvido, una fractura total de la identidad. Al principio, la idea parece ofrecer una solución perfecta para el equilibrio entre vida y trabajo, pero pronto se convierte en una prisión kafkiana donde los dentris se enfrentan a un dilema existencial de un planteamiento básico, y es que si su única realidad es la oficina y el trabajo ¿Que significa su existencia sin las cosas que de verdad merecen la pena?

Es un poco trampa traerla a coalición, ya que el doppelgänger en 'Severance' no se manifiesta como un doble físico, sino como una escisión del yo, pero se perdona fácilmente. Stiller enfatiza esta disociación con una puesta en escena aséptica, de dirección exquisita, todo repleto de pasillos infinitos, de claustrofobia, de espacios fríos que reflejan la pérdida de humanidad en el trabajo. La serie, a medio camino entre lo ridículo, lo descacharrante y lo cruel, enfrenta aquella pregunta incómoda que versa sobre cuánto de nuestra identidad está atado a lo que hacemos en el trabajo, y viceversa.

Y si tu, trabajador alienado por alguna megacorporacion o empresa de gran tamaño, pudieras disociar por un momento tus acciones dentro y fuera del trabajo, probablemente llegarías a tantas conclusiones como se llegan en la serie.

Este cóctel perfecto entre 'Lost', 'The office' y el 'Brazil' de Terry Gilliam habla de cómo se reduce nuestra existencia a la productividad en el trabajo con fines que realmente no nos aportan nada (que incluso destruyen), y de cómo la única forma de recuperar el control ante esta situación es pararse a descubrir quiénes somos cuando nadie nos obliga a ser algo.



El por entonces en estado de gracia J.J. Abrams, junto con sus fieles escuderos Alex Kurtzman y Roberto Orci dieron vida a una tanda de series procedimentales (lineales, pero sin continuación clara que afecte a la trama entre episodio y episodio), pero una de ellas era una trampa, y es que a partir de cierto momento, 'Fringe' dejó de ser una serie episódica sobre ciencia límite y se convirtió en un pastiche sobre viajes dimensionales, teorías conspirativas y dilemas sobre la identidad. Aquí, el concepto del doppelgänger es llevado al terreno de la física cuántica, mostrándonos la posibilidad científica de que haya otra versión de nosotros mismos, eso sí, en un universo paralelo.

En la serie seguimos a Olivia Dunham (interpretada por Anna Torv en el papel que catapultó su carrera), una agente del FBI que investiga fenómenos inexplicables junto con el excéntrico científico Walter Bishop (un icónico John Noble) y su hijo Peter Bishop (Joshua Jackson). Tras unas primeras temporadas con poca personalidad, la serie coge impulso y se autodescubre en su propia trama, mostrando en su arco la existencia de un universo alternativo. En este mundo paralelo, cada persona tiene un doble con "pequeñas" diferencias, y por circunstancias, se desencadena una colisión entre ambos universos. En el centro de todo esto está el secuestro dimensional de un niño y... de poco más se puede hablar si la idea es llegar a entender algo.

El doppelgänger de 'Fringe' habla de versiones alternativas de sus personajes, que han vivido bajo circunstancias distintas, con experiencias que lo han hecho diferente. A efectos prácticos, se habla de la idea de cómo pequeñas variaciones en la vida pueden llevarnos a ser alguien completamente distinto (aquello de que las acciones construyen nuestra personalidad), y de cómo, de algún modo, seguimos siendo nosotros mismos a pesar de los cambios.

Todos los fans recuerdan como, al final, la serie no era sólo un sucedáneo de 'Expediente X', sino la redención absoluta al presunto fallido final sin ciencia de 'Lost'. 



Volvemos al concepto del doble más tradicional para reivindicar lo magnífica que fue el thriller 'Counterpart', y que inexplicable su cancelación. Fue una idea brillante mezclar doppelgängers con el género de espías, e involucrar en todo esto a J.K. Simmons. La serie, creada por Justin Marks, llevaba la idea del doble a un terreno político, con tintes filosófico, con aquella enésima interpretación de cómo seguimos siendo prisioneros de nuestras propias decisiones, y sin embargo, no existe serie que pueda tener tanto mojo como esta.

Seguimos a Howard Silk (interpretado por un SIEMPRE soberbio J.K. Simmons en un papel doble), un burócrata gris que trabaja en una agencia de la ONU en Berlín. Su rutina monótona se ve sacudida cuando descubre que la organización para la que trabaja es, en realidad, la tapadera de un mundo paralelo casi idéntico al nuestro. Este universo alternativo nació por accidente hace décadas, y desde entonces, ambas realidades han evolucionado de forma independiente. Cuando su contraparte del otro lado, un hombre curtido, frío y con habilidades de espía, irrumpe en su vida, Howard se enfrenta a cuestionar qué le diferencia de él. La vieja confiable se hace fuerte aquí al versar si es la experiencia lo que nos hace distintos o si la esencia de quiénes somos es inmutable.

En 'Counterpart', el doppelgänger tiene por definición ser una versión alternativa de nosotros mismos que ha sido moldeada por un camino de vida distinto, uno que hace ver que las líneas entre el bien y el mal no son tan diferentes bajo el prisma de una misma identidad. Para reforzar todo esto, su localización, un frío Berlín, se convierte en el lienzo perfecto para esta historia.



En el género de la comedia existencialista hay mucha cosas perdidas y olvidadas, y entre ellas está 'Cómo vivir contigo mismo', una comedia kafkiana absurda, pero inquietante, como se gusta ver al género. La serie protagonizada por Paul Rudd invita a pensar en aquello de las crisis de identidad fruto de la vida moderna a través del absurdo, donde un experimento de clonación pone en juicio a la percepción del yo criticando la insatisfacción personal que sentimos al llegar a la mediana edad sin haber cumplido ninguno de nuestros deseos, mientras sobrevivimos en un mundo gris con un aspecto físico peor a causa de los años.

Seguimos a Miles Elliot (interpretado por el mencionado legendario humorista en un doble papel), un hombre atrapado en la rutina, cansado de su vida y de sí mismo. En un intento desesperado por mejorar su existencia, accede a un misterioso tratamiento que promete convertirlo en una versión mejorada de sí mismo. Al poco, descubrimos que el procedimiento (un tratamiento de belleza en un Spa) es en realidad un experimento que crea una copia perfecta de él con el fin de suplantar su identidad. Por vicisitudes, Miles acaba conviviendo con una versión de sí mismo que es más inteligente, más carismática, más optimista y, en definitiva, todo lo que él siempre quiso ser. Lo que comienza como una oportunidad para redescubrirse, pronto se convierte en una lucha por el derecho a existir y por definir quién es el "verdadero" Miles.

Esta miniserie lleva el concepto del doppelgänger a orbitar desde lo introspectivo a lo tragicómico, y si bien es cierto que la serie no parece despegar en ningún momento, tampoco se lo termina de plantear.



Si nos permitiéramos la licencia de abrir la mente al concepto doppelgänger por un momento, sería destacable mencionar uno de los animes más elegantes y majestuosos que existen. 'Monster', el manga de Naoki Urasawa adaptado a serie por Masayuki Kojima nos enfrenta al concepto de la dualidad en su máximo exponente. Esto no va tanto de dobles idénticos (a priori), sino de los reflejos de la moralidad, todo ello imbuido en aquello que versa sobre hasta qué punto nuestras decisiones pueden despertar en alguien el monstruo que habita en él, su doppelgänger.

Seguimos al Dr. Kenzo Tenma, un neurocirujano japonés de gran reputación, de moral intachable, que desarrolla su trabajo en Alemania. Su vida se quiebra cuando decide salvar la vida de un niño en lugar de la de un político influyente, y es que al poco, descubre que ese niño, Johan Liebert (o Liebheart), se ha convertido, ahora siendo adulto, en un psicópata de mucho cuidado. A partir de ese momento, el doctor se embarca en una odisea a modo de redención con intención de pararle los pies a las acciones de Johan, ya que después de todo, él fue quien tomó la decisión de salvarle la vida en lugar de a otra persona. En todo este viaje hay lugar para debatir sobre todos los conceptos que engloba el término "dualidad" y de cómo, si se mira detenidamente, no existen grandes diferencias entre esas cosas que se definen como duales.

Johan no es un doppelgänger en el sentido literal, pero funciona como doble a muchos niveles. En el nivel más plano, Johan es el antitético del Tenma: mientras Tenma es un hombre guiado por un fuerte sentido de la ética y el deber, Johan representa el vacío absoluto, el nihilismo extremo.

A medida que avanza la historia, la serie plantea la posibilidad de que ambos sean dos caras de la misma moneda, que la diferencia entre un héroe y un villano es solo una cuestión de perspectiva. Y, sin verlo venir, comprendemos que aquel que creíamos un psicópata, resultaba ser el más cuerdo de todos.



En el año 2004, el gran maestro Satoshi Kon nos enfrentaba a uno de los doppelgängers más abstractos y perturbadores jamás concebidos.

Todo comienza con una diseñadora de juguetes, Tsukiko Sagi, quien afirma haber sido atacada por un misterioso niño con patines dorados y un bate doblado. Poco después, más personas comienzan a sufrir ataques similares, generando un ambiente de pánico y especulación en la ciudad. A medida que el caso se vuelve más turbio, la figura del agresor, apodado “Shonen Bat” (o "el chico del bate"), se convierte en una especie de símbolo que representa la necesidad desesperada de la sociedad de escapar de sus propios problemas, ya que todos los que sufren su ataque, parecen tener en común que no están pasando por su mejor momento personal... aunque no todos.

La existencia de este "chico del bate" pasa a un segundo plano cuando surge el concepto de la histeria colectiva. El chico del bate existe, el problema es que ahora existen muchos, y no se sabe cuando es real y cuando es una ilusión, un invento, una mentira, un miedo.

Kon es un maestro de hacer todo esto, muestra una puesta fragmentada, una narrativa muy lúcida, y luego lo disuelve ante tus ojos. La serie juega constantemente con nuestra percepción, dejando abandonado muchas veces al espectador en ese laberinto de ilusiones y verdades incómodas, y esa es la única manera de salir entendiendo de qué va todo esto.

Si alguna vez has sentido que el peso de la realidad es demasiado, quizá no sea descabellado pensar en llamar al chico del bate.



Siendo otra de las grandes sorpresas de la divisoria de la BBC en américa junto su otra gran serie 'Dirk Gently' (de la que hablábamos aquí), Orphan Black estudia el concepto del doppelgänger de un modo más tradicional.

Seguimos a Sarah Manning (Tatiana Maslany), una estafadora de poca monta que, tras presenciar el suicidio de una mujer idéntica a ella, decide tomar su identidad sin saber que está a punto de descubrir un entramado de clonación mucho más grande de lo que puede imaginar. A medida que investiga, se encuentra con otras mujeres idénticas a ella, cada una con una personalidad, historia y circunstancias. En esta turmix se mete conceptos relacionados con la genética (o la ciencia en general) y el estudio del libre albedrío.

El doppelgänger en Orphan Black muestra una serie de duplicaciones de un personaje (Sarah, Cosima, Alison, Helena y etc.) que representan facetas de lo que podría haber sido la misma persona en diferentes circunstancias, y Tatiana Maslany interpreta a cada clon en un desgaste de registro asombroso.



Para muchos el 'Stranger Things' bueno, la alemana 'Dark' lleva el concepto del doble a un puzzle laberíntico que no cualquiera puede resolver. Si el doppelgänger representa la angustia de enfrentarse a uno mismo, aquí se convierte en una condena cíclica, y obliga a sus personajes a ver sus vidas repetidas en distintas versiones, atrapados en un bucle eterno.

Seguimos a Jonas Kahnwald (Louis Hofmann), un joven que, tras la desaparición de un niño en su pueblo natal, Winden, se ve arrastrado a una maraña de secretos familiares y experimentos científicos que revelan que el tiempo no es lineal. Pronto descubre que su existencia está intrínsecamente ligada a un ciclo de acontecimientos que se repite una y otra vez, con personas que se encuentran con sus propias versiones en diferentes momentos de sus vidas, dejándonos la lectura de que puede existir posibilidad de que sus destinos están ya escritos.

El doppelgänger en 'Dark' se representa como múltiples versiones de una misma persona coexistiendo en distintas épocas. Jonas, Martha, Claudia y los demás personajes confrontan sus diferentes versiones en el tiempo, descubriendo que cada decisión que toman ya ha sido tomada antes, y que lo que entienden que es la libertad y el albedrío es tan solo una ilusión. La serie cuestiona la identidad como la realizan muchas películas sobre viajes en el tiempo, pregonando aquello de que si tu pasado, presente y futuro ya están determinados, ¿existe realmente el "yo"?

Baran bo Odar y Jantje Friese, creadores de la serie, enfatizan toda esta crisis existencial con una puesta en escena a la alemana, de tonos fríos, opresiva. La estructura laberíntica del guión cuestiona el albedrío y el destino, dejando en claro como idea principal que, en todos los casos, solo estamos repitiendo una historia que ya ha ocurrido antes, y de ahí la importancia de conocer y reflexionar sobre el pasado, en general, para no repetirlo en el futuro.



El maestro Lynch es el responsable de que las series, a día de hoy, sean lo que son y tienen la forma que tienen. Él abrió la veda a todo con su 'Twin Peaks' donde, por cierto, convierte aquello de la duplicidad en una manifestación del subconsciente y lo oculto bajo la superficie de lo cotidiano. Si en otras historias el doble es una anomalía con la que el protagonista debe lidiar, en la obra de David Lynch y Mark Frost es la representación última de la dualidad humana: la manida lucha entre el bien y el mal, entre lo conocido y lo inasible, pero sobre todo entre la realidad y el sueño.

La serie nos introduce en el pequeño pueblo de Twin Peaks, donde el asesinato de la joven Laura Palmer (Sheryl Lee) destapa una red de secretos, deseos reprimidos y fenómenos inexplicables. En el centro de la historia, el agente del FBI Dale Cooper (Kyle MacLachlan) sigue un rastro que lo lleva a descubrir, entre otras cosas, a la enigmática Logia Negra y a la presencia de un doppelgänger malvado: una versión de sí mismo poseída por un mal que entendemos primigenio. A través de los personajes de Cooper y de Laura, Lynch propone la idea del reflejo oscuro, la versión corrupta o pura de nuestra propia naturaleza, que siempre espera el momento para salir a la luz.

Pero objetivamente Twin Peaks no se queda con la idea tradicional del doble como reflejo opuesto y se marcha. Los doppelgängers son una pequeña parte del entramado. Prueba de ello es la memorable secuencia de la Habitación Roja, donde se nos da un espacio fuera del tiempo, y aquí los personajes encuentran sus versiones distorsionadas, con un lenguaje fragmentado; con todo, la idea es perturbar con lo que se oculta detrás de cada imagen, de cada acto, como si de las bambalinas de un teatro se tratara.

Lynch enfatiza esta disociación con su estilo: puesta en escena onírica, diseño sonoro inquietante y dirección que juega con lo sencillísimo pero extravagante. Twin Peaks representa la sensación de algo que está fuera de lugar, y soluciona esta cuestión dando a entender que cuando esto ocurre, quizás es porque esa historia pertenece a otro lugar, puede que a otra persona, puede que a otro tu.

Todos llegaríamos a temer lo que podríamos llegar a ser si nos miráramos demasiado tiempo en el espejo equivocado.


'Tales from the Loop' muestra su doppelgänger como metáfora sobre el tiempo y la memoria. Si tradicionalmente los dobles en la ficción representan aquella confrontación con lo desconocido o lo reprimido, aquí se convierten en una visión poético de las vidas que podríamos haber tenido, de los caminos que dejamos atrás, de las versiones de nosotros mismos que podrían haber existido en otro tiempo, en otro lugar.

Basada en la obra visual de Simon Stålenhag, la serie nos sumerge en un pequeño pueblo construido sobre "El Loop", una misteriosa instalación científica que consigue alterar las leyes de la realidad como las conocemos. A través de historias independientes pero entrelazadas, seguimos a distintos personajes que, de una manera u otra, se ven enfrentados a anomalías temporales y existenciales: niños que descubren versiones futuras de sí mismos, personas que intercambian cuerpos accidentalmente, individuos que se desdoblan en dos realidades simultáneas, etc.

El doppelgänger en 'Tales from the Loop' no siempre se manifiesta como un doble literal, además, explora vidas alternativas y la angustia de saber que nuestras elecciones nos llevan irremediablemente por un solo camino. Importante sería reconocer que la serie no busca el impacto inmediato, ella se abraza a la reflexión, a la contemplación, como lo hacen los dibujos en los que se basa.

Nathaniel Halpern y su equipo de dirección enfatizan esta melancolía con una estética minimalista y pictórica, de planos largos y silencio, de donde se aprende el aprecio por la belleza de lo efímero, y que recuerda que, aunque no podamos conocer todas nuestras versiones posibles, si nos paramos a reflexionar por un momento en una decisión importante, podemos decidir qué es lo que realmente queremos que pase para nosotros.


En común, podríamos sacar que cuando en la ficción se habla de dobles, en realidad se habla de nuestra propia naturaleza, de los roles que adoptamos, de la fragilidad de existir. Son relatos que también nos enfrentan a nuestra identidad, al miedo a reconocernos prescindibles, a descubrir que no somos quienes creemos. En el doble se puede ver una sombra, una posibilidad. Un doble representa nuestros deseos, y también la verdad que evitamos mirar.

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