'28 años después' – 4 claves para entender la nueva obra de Danny Boyle


La saga que redefinió el caos urbano y el miedo colectivo por las infecciones vuelve, ahora con el pretexto de darnos a conocer cómo se vive después de haber sobrevivido tanto tiempo al desastre que ya vimos en las cintas anteriores. Danny Boyle y Alex Garland no han regresado para homenajear su clásico '28 días después', sino más bien para expandirlo. El virus ya no es tanto la amenaza, el enemigo es la memoria, o más bien lo es su ausencia.

Lejos de replicar la fórmula, '28 años después' propone tanto mutaciones en los cuerpos de los infectados como en el propio film, donde el drama postapocalíptico se cruza ahora con la introspección política de los tiempos que corren, que supone un aporte a lo emocional y una mirada existencialista. La película no es un revival, y tampoco es un fan service, es un mirar hacia delante. Esta nueva cinta tiene, si es que lo tiene, más de continuación espiritual que de secuela.


1. Vuelve el dúo Boyle-Garland


Que '28 años después' exista es, de por sí, un pequeño milagro. Con esta, han hecho una buena película (probablemente la mejor y con más personalidad de la saga), y aunque que guste ya es otra historia, lo importante y destacable es que existe con el combo que la gestó en un principio hace 2 películas. Danny Boyle y Alex Garland, las cabezas pensantes y ejecutoras detrás del virus que redefinió el cine zombi (o de infectados) con '28 días después', regresan tras casi veinte años al mundo que juntos crearon, y lo hacen con una química nueva, porque como en la película, el tiempo no ha curado sus antiguas diferencias creativas, pero sí las ha mutado.

Garland, a día de hoy, es un cineasta mayúsculo. El que en su día era un guionista de confianza es ahora uno de los mejores directores de nuestro tiempo. Como lo hacia en el pasado, Garland aporta el fondo con un guion que no juega al susto, sino a lo conceptual.

Boyle, más reconocible en su estilo si se le compara con su "yo" del pasadopone la forma con una puesta en escena sucia, puede que incluso por momentos mal filmada, con texturas que recuerdan al cine amateur; arriesgada y fresca cuanto menos.

Y aunque el tiempo ha demostrado que ambos cineastas son muy diferentes, su alianza funciona porque no se buscan las diferencias entre ellos, sino el cómo construir con lo que cada uno puede aportar.


2. Cómo crear tu propia cárcel


La película tiene lugar en la Gran Bretaña aislada que conocimos, abandonada de Europa y de sí misma, lugar donde el virus nunca fue erradicado y que, por cierto, obvia en cierto modo la segunda parte del film. La isla funciona como fuerte de una sociedad que eligió sobrevivir encerrada porque pensaba que valía más por si misma que formando parte del conjunto, logrando hacer normal convivir en una sociedad infectada.

Esta visión convierte a la geografía y al panorama político en personaje. Garland y Boyle aprovechan el imaginario post-Brexit, la paranoia del confinamiento pandémico y el cansancio político de los últimos años para retratar un país que sobrevive sin esperanza alguna. A priori, no hay tantos infectados por las calles como uno pudiera imaginar, el verdadero problema son las personas y la desconfianza congénita que ahora tienen por naturaleza: comunidades que disparan sin pensar, cultos que veneran la enfermedad como verdad, y familias que ya no recuerdan (ni saben) lo que es vivir con confianza.


3. Los hijos del miedo


Entre los nuevos protagonistas, destaca Spike, un niño de 13 años nacido mucho después del brote. No recuerda otro mundo, no conoce ni la electricidad, ni internet, ni el sonido de una ciudad viva. Para él, la amenaza no son los zombis, es la incertidumbre que vive en cada mirada adulta, más cuando se trata de una que no conoce. Todo esto viene a presagiar que el miedo puede heredarse entre generaciones, y que el responsable es el odio y las mentalidades de los antepasados que no vieron que entre diferentes todo se vuelve más rico.


4. El futuro


Boyle dirige esta película como si fuera la primera, siendo más radical que nunca. Usa cámaras que rozan lo casero, se apoya en la luz natural, prescinde de artificios; todo eso, que es marca de la casa Boyle, se puede entender como un elogio para los días que corren. Todo tiene una textura áspera, una especie de urgencia documental que conecta con el estilo de '28 días después' y de otras de sus obras. La película explotara el estilo de la primera con la conciencia de llegar a ser más primaria si cabe, más punk; es como si Boyle hubiera estudiado como dirige Boyle y lo replicase.

Esta película, al final, es como condensar la carrera y el sello de un autor y de un guionista en una obra. Detrás de esto, existe una idea.

Y es que nadie vio venir que '28 años después' pretende ser una película puente que conecte 2 trilogías, es decir, que sea la última de la saga '28 días después' y, a la vez, la primera de una nueva. La idea no es tanto hacer de esta saga una franquicia como tal, sino ofrecer miradas nuevas al concepto infectado de la película. La saga no quiere alargarse sin estar en constante transformación, y para ello, interesantes directores del panorama serán los responsables de continuar la saga. La próxima entrega será filmada por Nia DaCosta, responsable de Candyman (2021).


Podemos afirmar que '28 años después' no juega a la nostalgia. Es una película que parece tratar de zombis, pero viene a hablar de nuestra sociedad, de cómo lo que no recordamos, lo que olvidamos, y como sobrevivimos a todo lo que no entendemos nos condiciona para mal.

Boyle y Garland han hecho algo mucho más terrorífico que una película sobre un apocalipsis zombi, y es una película que enseña la costumbre de vivir en él

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