'The Brutalist' – 4 claves para entender la nueva obra de Brady Corbet


El cineasta Brady Corbet firma con 'The Brutalist' una obra desmesurada y a contracorriente de las tendencias actuales. Está rodada en 70 mm, con un guión pausado, de casi cuatro horas de duración, con un intermedio de 15 minutos, enteramente artesanal. Es una película sobre la capitalización del arte, anclada en la historia del cine en lo formal y la arquitectura en lo temático a partes iguales, todo proyectado hacia las inquietudes contemporáneas. Es una película vasta, gigantesca, inabarcable, familiar y extraña al mismo tiempo, rompedora y clásica a la par. Esta obra sería, y no por casualidad, el análogo cinematográfico a cualquier creación de la Bauhaus.

1. Una odisea visual


Corbet
, prácticamente suicida, se lanza a un formato de grabación y proyección casi extinto: el VistaVision, un formato cinematográfico desarrollado por Paramount en los años 50 que, a diferencia del 35 mm normal, donde la película se mueve verticalmente, la película se mueve horizontalmente por la cámara y el proyector. Esto permite usar un negativo mucho más panorámico (casi el doble), permitiendo que la cámara pueda captar mucho más el espacio a lo ancho que a lo alto, otorgando sensación de amplitud y grandeza al plano.

Inspirado en el clasicismo expresivo de King Vidor y Elia Kazan, el director tiende su búsqueda hacia una pureza visual que magnifique la experiencia del espectador, huyendo del cine algoritmo y de lo digital. 'The Brutalist' no es, entonces, una cinta cómoda de mirar; es exigente y te obliga a contemplarla y estudiarla como se haría con un monumento.

2. El brutalismo: un sueño roto


La historia sigue a László Tóth, un arquitecto judío estudiante de la Bauhaus que, tras huir de Europa, persigue el ideal americano de redención y grandeza, vulgarmente conocido como el "sueño americano". Pero Corbet no es nostálgico con ello: el uso del brutalismo, más allá de ser un estilo arquitectónico, es la expresión de un sueño roto, de algo que se hunde por el peso de sus propias ambiciones. La relación de Tóth con el magnate Harrison Lee Van Buren simboliza la crudeza empresarial entre la integridad artística y el poder económico.

3. Un alma quebrada


Adrien Brody
encarna a László Tóth con gravedad, como quien carga cientos de siglos de sufrida existencia. Su interpretación, contenida pero abrasiva, recuerda al Brody de 'El pianista' teñido ahora por una resignación adulta, despojada totalmente de inocencia. El actor, hijo de inmigrantes húngaros, conecta íntimamente con la herencia emocional de su personaje; es un ancla humana de un relato que desprende (si es que existiera algo así) epicidad íntima, como la propia cinta.

4. Una película de época, pero ahora


Aunque ambientada en el siglo XX, 'The Brutalist' dialoga sin ambages con el presente: la mercantilización del arte, la crisis de identidad en estos tiempos de desplazamiento, la tensión entre progreso material y vacío espiritual. No hay lugar para la nostalgia ni para la redención. Corbet construye un fresco de ambiciones colosales, donde la búsqueda de grandeza termina transformándose en destrucción, y donde el brutalismo arquitectónico se convierte en una experiencia áspera para la propia existencia.


'The Brutalist' es, en esencia, un acto de resistencia artística. Una obra inmensa y despiadada para el espectador y para sus personajes. Como la mejor arquitectura brutalista, la película permanece impertérrita en la retina. Es un despliegue de belleza arcaica que define nuestra relación con el arte, la arquitectura y, de paso, con la identidad social.

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