'Doppelgänger' - Otras 10 películas del cine contemporáneo sobre dobles


Por segunda vez hablamos de la figura del doppelgänger, aquél que "camina al lado" y que siempre trae a discusión cuestiones filosóficas sobre la identidad y el yo. Se decía en la ocasión anterior que si bien su presencia en la cultura popular suele vincularse con lo paranormal, a nivel intelectual su definición linda con la forma en que refleja la dualidad del ser, y así nos lo hacen saber innumerables autores.

Y es que, desde una perspectiva existencialista, el arte muestra a esta figura del doble como un símbolo de la fragmentación del yo, una metáfora de la constante lucha interna que define nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos. Al igual que en la primera exploración del tema, profundizamos de nuevo en las obras cinematográficas que han utilizado este recurso para indagar en el miedo a la autousurpación, en la fragilidad de la identidad y en la inquietante probabilidad de que, en algún lugar, exista una versión de nosotros mismos que nos dé a conocer algo de vital importancia para nuestra identidad y que no somos capaces de ver.





David Fincher, asentado como nadie en el neo-noir, llevaba el concepto del doppelgänger al terreno de la crisis de identidad masculina en 'El club de la lucha' (1999), donde la duplicidad se materializa en un conflicto interno que deviene en una lucha ideológica consigo mismo y con el mundo.

Seguimos las andanzas de un personaje sin nombre bautizado como Narrador (Edward Norton), un hombre atrapado en una existencia gris. En estas, encontramos como se topa con Tyler Durden (Brad Pitt), un vendedor de jabón que funciona como alter ego radicalmente opuesto a la figura del Narrador, resultando violento y completamente libre de ataduras sociales. Todo empieza como una relación de fascinación y aprendizaje entre ambos, pero pronto se convierte en una pugna por el control, una lucha entre el conformismo y la anarquía, entre la individualidad y la colectividad. Fincher enfatiza esta dualidad con una puesta en escena lúgubre, cargada de simbolismo, en la que la psique del protagonista se desmorona conforme avanza el filme.

Esta interpretación del doppelgänger funciona como una crítica feroz a la crisis del hombre moderno y su necesidad de construir una identidad fuerte e inviolable. Tyler Durden resulta un reflejo de los impulsos reprimidos y las frustraciones tanto del Narrador como de una generación entera.

Cuando somos conscientes de que la sociedad nos ha arrebatado la posibilidad de elegir quien ser, probablemente solo nos quede la violencia como respuesta.



Odiada por lo más acérrimos del director y amada por sus detractores, Almodóvar llevaba el concepto del doppelgänger a un terreno bastante turbio que podríamos definir como la perversión de la identidad. 'La piel que habito' (2011) propone un relato donde ciencia y obsesión se dan la mano para consumar una pesadilla sobre el control absoluto del cuerpo ajeno y la anulación de la esencia individual.

La película sigue a Robert Ledgard (Antonio Banderas), un cirujano plástico marcado por un suceso trágico en el pasado, quien experimenta con la creación de una piel sintética resistente a cualquier daño. En el centro de su experimento se encuentra Vera (Elena Anaya), una mujer a la que mantiene prisionera en su mansión y cuya presencia viene dada a una retorcida venganza. A medida que la historia avanza, se desvela que Vera es la reconstrucción de una persona anterior, forzada a habitar un cuerpo que no reconoce como suyo. Almodóvar explora la idea del doppelgänger desde la imposición de una nueva identidad como una forma de violencia extrema.

Aquí, el doble tiene forma de reconfiguración traumática del yo, una manifestación por parte de los poderosos de un deseo de poseer y reescribir la identidad ajena. A pesar de ser un relato exagerado, enseña que el cuerpo es una construcción frágil, sometida a fuerzas externas que pueden moldearlo hasta dejarlo sin su identidad. Con este, Almodóvar plantea una pregunta sobre lo superficial que versa sobre nuestra apariencia y hasta donde nos condiciona para definirnos.



Charlie McDowell, a modo de pieza de ciencia ficción minimalista, emplea el concepto del doppelgänger para explorar las fisuras en las relaciones de pareja y la identidad dentro de una relación. Con enfoque claustrofóbico, la película transforma un idilio amoroso en un experimento inquietante sobre el deseo, la idealización y la imposibilidad de poseer por completo al otro.

Siguiendo la historia de Ethan (Mark Duplass) y Sophie (Elisabeth Moss), una pareja en crisis que busca reconectar en un retiro recomendado por su terapeuta, la película nos introduce en una dinámica perturbadora cuando descubren que hay versiones idealizadas de ellos mismos habitando la misma casa. A medida que interactúan con sus dobles, encuentran la posibilidad de arreglar sus coyunturas volcando su pasión amorosa en el doble ajeno, ya que parecen comprender más sus necesidades vitales.

Este enfoque del duplicado no se centra en el fenómeno fantástico, sino que representa la idea de una proyección de lo que creemos que debería ser nuestra pareja. Los dobles actúan como espejismos creados a partir de expectativas insatisfechas dentro de la pareja, dejándonos la pregunta de si pudiéramos estar con una versión mejorada del ser amado, ¿seguiríamos eligiendo la original? ¿Seguiría siendo la misma persona si se comportara de manera "mejor" para nosotros?.



Joseph Kosinski, a modo de absoluto blockbuster, utiliza el concepto del doppelgänger para explorar la identidad, la memoria y la percepción del yo dentro del mundo postapocalíptico de 'Oblivion', donde la duplicación, aparte de ser un recurso narrativo, plantea cuestiones a baja escala y para todos los públicos sobre qué nos define como individuos cuando todo lo que creemos conocer es mentira.

La historia sigue a Jack Harper (Tom Cruise), un técnico encargado de reparar drones en una Tierra devastada tras una guerra contra alienígenas. Sin embargo, su mundo milimétricamente ordenado se desmorona cuando descubre que no es el único Jack Harper que habita el planeta. Esta revelación, que es descubierta junto con una serie de mentiras que la empresa para la que trabaja le ha ido contando, lo lleva a cuestionar su propia existencia, dudando de si él es el Jack original, o solo una copia de una serie de réplicas desechables de Jack.

Como en otras ocasiones, el doppelgänger funciona como metáfora de la pérdida de la identidad en sistemas que nos convierten en piezas intercambiables. Otra posibilidad de descubrir que no somos únicos.



Mark Romanek, en 'Nunca me abandones' ('Never Let Me Go', 2010), adapta la novela de Kazuo Ishiguro llevando el concepto del doppelgänger a la inevitabilidad del destino. En esta melancólica obra, el doble no es un reflejo del yo o similar, sino una representación de nuestra fragilidad como seres humanos y, sobre todo, de la arbitrariedad con la que se nos asigna un propósito en la vida.

La película sigue a Kathy (Carey Mulligan), Tommy (Andrew Garfield) y Ruth (Keira Knightley), jóvenes que crecen en un internado aparentemente idílico, sin saber que su existencia está determinada por algo de lo más loco: todos ellos son clones, creados únicamente para servir como donantes de órganos a su original. Con poco que van tomando conciencia de su naturaleza, la idea de estos doppelgänger se transforma para nosotros en una representación de como existen individuos que jamás podrán contar una vida propia y auténtica.

Estos doppelgänger no son una amenaza, son víctimas, y un recordatorio de que gran parte de la humanidad está condicionada y limitada. Todo esto nos enseña que, en muchas ocasiones durante la vida, nos enfrentamos a vernos reducidos a una sola función que nos limitará para el resto de nuestra existencia.



Christopher Nolan, de los pocos genios capaces de fusionar el cine de claro sello autoral con el blockbuster, lleva el concepto del doble a la obsesión por ser el mejor a costa del sacrificio personal. En 'El truco final', se nos sumerge en el mundo de los espectáculos de ilusionismo, una trampa que nos lleva a un análisis profundo del precio de la grandeza.

A lo largo de la película, seguimos la lucha entre dos magos, Robert Angier (Hugh Jackman) y Alfred Borden (Christian Bale), cuya competencia se desenvuelve de manera cada vez más truculenta, en busca de ser el ilusionista con el mejor truco de teletrasportación, el que se considera el truco final definitivo de un espectáculo de magia. En el caso de Angier, su versión del truco final lleva a la creación de un doble literal (gracias a una máquina ingeniada por el gran Nikola Tesla) para hacer creer que se teletransporta; cada vez que realiza este truco con la máquina, se genera un doble de sí mismo, así que para evitar que nadie comprenda que es lo que ocurre y con la intención no dejar cabos sueltos, uno de los Angier que ahora existen es eliminado de la forma más cruel posible entre bambalinas. La tensión entre el yo y su doble se convierte en un juego de dependencia, donde morir se justifica en pos de que su nombre sea recordado como el mejor ilusionista que existe.

Este tratamiento del doppelgänger funciona como una metáfora de la búsqueda interminable de una identidad cuando siempre se está en proceso de reinvención. Nolan expone la violencia de la autopercepción y la fragilidad del yo, al mismo tiempo que se pregunta las consecuencias de perseguir el reconocimiento a toda costa.



Este experimento de Ang Lee, que buscaba la espectacularidad visual a toda costa, fue una de esas cintas que provocan sensaciones ambiguas por su moderno tratamiento, y sin embargo, a pesar de ser un filme despreciado unánimemente, sentó cátedra en dos cosas fundamentales: la tecnología de rejuvenecimiento facial y la reproducción a 60 hz. Más allá de esto, la película plantea la siempre interesante cuestión de cómo sería enfrentarse a un yo más joven.

La historia sigue a Henry Brogan (Will Smith), un brillante asesino a sueldo de mediana edad, que se encuentra enfrentando a un clon suyo, creado con la única intención de eliminarlo. La película no solo se centra en el enfrentamiento físico, sino en el dilema existencial que surge entre la versión vieja y la nueva. Con este clon, Henry adquiere la inseguridad y el miedo que siempre supone hacerse mayor.

El clon sirve de repaso de las decisiones que Henry ha tomado en su vida, las cuales lo han llevado a ser lo que es, para bien o para mal. A través de esta confrontación, Ang Lee plantea la imposibilidad de escapar de lo que uno ha sido.



Brandon Cronenberg, hijo del maestro David Cronenberg, exploraba la duplicidad de la identidad humana a través de los lujos y la decadencia utilizando el body horror (sello familiar) como catalizador para cuestionar las fronteras entre el yo y el otro en su obra 'Piscina Infinita'.

La historia sigue a James (Alexander Skarsgård), un escritor que se encuentra en una isla paradisíaca, donde descubre una tecnología experimental que permite crear una réplica exacta de una persona al momento de su muerte, lo que permite a los ricos y poderosos eliminar cualquier consecuencia de sus acciones. A medida que James se adentra en esta práctica, se enfrenta a su propio doble, reflejo de sus deseos reprimidos, y tambien de sus temores sobre lo que realmente significa ser él mismo.

Este tratamiento del doppelgänger en 'Piscina infinita' funciona como una crítica a la deshumanización generada por la riqueza y el hedonismo. Aquí, el clon funciona como proyección de las partes más oscuras de la personalidad, aquellas que se liberan cuando se elimina la responsabilidad. Con esto, el cuerpo se convierte en un objeto descartable, una extensión del deseo de escape de las consecuencias. Cronenberg juega con la idea de que la identidad es fluida, maleable y, en muchos casos, innecesaria en el mundo del dinero.



Jonathan Mostow, exploraba en 'Los sustitutos' cómo la duplicidad del yo puede convertirse en un refugio.

La historia sigue a Tom Greer (Bruce Willis), un agente del FBI que habita un mundo donde los humanos viven aislados, controlando de forma remota versiones robóticas perfectas de sí mismos, los llamados sustitutos. Y es que, en el film, la humanidad ha abrazado la idea de existir a través de cuerpos sintéticos perfectos, sin imperfecciones ni riesgos, porque la interacción física es cada vez más innecesaria. Es entonces cuando una serie de asesinatos pone en jaque este sistema; Greer se ve obligado a abandonar su propio sustituto y salir a enfrentarse al mundo real por primera vez en años.

Este tratamiento del doppelgänger en 'Los sustitutos' funciona como una la idea de la desconexión emocional y la dependencia de la tecnología para definir la identidad de uno mismo. Mostow utiliza este concepto para hacernos ver cómo la tecnología puede convertirnos en espectadores de nuestra propia existencia.


Jordan Peele, sensación de la sátira social y el cine de género, lleva el concepto del doppelgänger a la representación de versiones oscuras de la identidad. Nuestro peor enemigo puede ser, literalmente, nosotros mismos.

La historia sigue a Adelaide Wilson (Lupita Nyong’o) y su familia, cuando lo que parece ser una apacible escapada a la playa se convierte en una pesadilla al encontrarse con sus propios dobles. Pronto, se nos revela que estos doppelgängers, conocidos como "Los Atados", viven ocultos y privados de las oportunidades y la vida que sus contrapartes disfrutan. La tensión crece entre los Wilson y sus dobles, dando lugar a una batalla por la supervivencia, y así ganar el derecho de existir.

Aquí, todo funciona como alegoría de la desigualdad social y el privilegio. Al igual que en otras exploraciones del doppelgänger, 'Nosotros' nos enfrenta a la idea de que nuestra comodidad en la vida (que se crea o no, tenemos) se ha construido sobre el sufrimiento de otros.


Decíamos la vez anterior que, en la ficción, la figura del doble suele ser un reflejo de nuestra propia esencia, una exploración de los papeles que desempeñamos y de la vulnerabilidad que se gesta en nuestro ser por el mero hecho de existir. Todas estas historias reflexionan sobre enfrentar nuestra identidad con el temor a ser reemplazados, a darnos cuenta de que no somos lo que imaginamos. El doble puede ser amigo, cazador o alternativa, pero siempre representa la verdad, aquella que preferimos ignorar.

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