A pesar de que Drácula ha tenido muchos rostros en la gran pantalla (muchos más si validamos al conde Orlok de 'Nosferatu' como Drácula), ninguno es tan icónico como el de Bela Lugosi. Y su historia, como la del mismísimo conde transilvano, está rodeada de tragedia, obsesiones y una inevitable caída en desgracia.
Nacido en 1882 en la ciudad de Lugos (entonces parte de Hungría y hoy perteneciente a Rumanía, de donde casualmente era el conde Drácula) y de la que tomó prestado su nombre artístico, Bela Ferenc Dezső Blaskó se convirtió en una figura del teatro clásico europeo. Interpretó personajes de Shakespeare, destacó en la escena húngara y hasta fundó un sindicato de actores. Sin embargo, su activismo político (era una persona demasiado activista para su país) lo llevó al exilio, primero a Alemania y luego a Estados Unidos, donde el destino le tenía reservado un papel que lo definiría para siempre.
Cuando llegó a Norteamérica en 1921, Lugosi no hablaba inglés. Aprendió fonéticamente los diálogos de la obra teatral "Drácula" sin comprender su significado, pero su presencia, su mirada hipnótica y su marcado acento hicieron del personaje un éxito. Hollywood no tardó en llamar a su puerta y, en 1931, protagonizó la icónica adaptación cinematográfica del mito vampírico. Aquel papel lo encumbró... y lo condenó.
Condenado a ser un monstruo
Bela Lugosi nunca pudo escapar de Drácula. Se encasilló en papeles de monstruo y su carrera se desmoronó. El éxito se diluyó entre problemas financieros, cinco matrimonios fracasados (uno de ellos de apenas tres días), adicciones a la morfina y el alcohol. Con el paso del tiempo, terminó trabajando en producciones de serie Z, colaborando con Ed Wood, considerado el peor director de la historia del cine. Tim Burton inmortalizó esta última etapa en su filme 'Ed Wood' (1994), aunque omitió un detalle macabro: cuando Lugosi murió, en 1956, estaba tan arruinado que Frank Sinatra pagó los gastos de su funeral.
Pero lo más asombroso es que su muerte reforzó su propia leyenda. Se dice que Bela Lugosi fue enterrado vestido con la capa y el traje de Drácula, como si después de todo, se trataran de la misma persona.
Drácula hasta el ataúd
Lo cierto es que esto que se cuenta, aunque pueda parecer de locos, es verdad. Su hijo confirmó que Lugosi fue enterrado con el atuendo del conde vampírico, aunque no por un deseo suyo, sino por decisión de su familia. Además, en el funeral, se expuso a Lugosi con la tapa abierta y con el atuendo de Drácula, con la misma pose fúnebre que adoptaba en sus películas.
Incluso Peter Lorre, su amigo y compañero en varias producciones, confirmó este hecho y bromeó sobre la posibilidad de clavarle una estaca en el corazón, solamente "por si acaso".
La historia de Lugosi, desde luego, podría dar para mucho, pero si algo podemos tener claro, es que Drácula no muere nunca, y puede que Bela Lugosi tampoco, después de todo él es Drácula.